De todas las tareas que un bebé demanda, la que menos me gusta es la de dar de comer cuando tiene 5 ó 6 meses. No es por la logística que conlleva: trona, baberos, toallitas, utensilios irrompibles y cómodos, si no por la impaciencia que me genera desde que comienzo a darle la primera cucharada. Puede parecer una tonteria o tal vez una exageración verlo así, pero es como si el ombligo se me encogiera y no pudiera relajarse. Esta sensación viene asociada al cambio a la alimentación con cuchara, esas primeras comidas hecha a base de verduras.
Si pruebo la comida, he de decir con total sinceridad, que muy apetitosa no está.... casi sin sal , poco aceite y verduras solamente, todo ésto propicia un plato bastante cartujano. A ello unimos que es un gran paso el comer con cuchara. A partir de ahora el bebé tiene que aprender a poner la lengua, tragar de otra manera y abrir la boca a algo más espeso. Todo esto lo entiendo, pero mi preocupación es que coma, esta es la madre del cordero.
Me da igual cuantas veces tenga que cargar la cuchara, pero el que abra la boquita es mi única esperanza de que tal empresa llegue a buen término. Lo malo es cuando cierra la boca y no hay manera de hacerla abrir..... el desasosiego se apodera de mi y el castigo de la impotencia parece no tener solución. De verdad que lo paso bastante mal, y es injusto porque lo que debería pensar es que quién está desconcertado es el bebé. Él es el que se encuentra ante texturas y sabores desconocidos y muy diferentes a lo que hasta esos momentos ha probado... y encima me sonrie, mi niño, que lindo es!
Es duro ser bebé, y la poca paciencia que a veces tengo me la debería tragar como esa papilla de verdura, que pretendo que encima le guste y saboree.
Prometo enmendarme
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