Si preguntamos en un Centro
Comercial, o incluso en una librería, si tienen cuentos para niños que no sepan
leer, nos remiten a esos cuentos para el baño, que tienen “paginas” blanditas,
e incluso presentan algún otro juguetito adherido.
A este concepto de libro-juguete,
quisiera añadir otro, menos desarrollado entre padres y abuelos, que es el
cuento de verdad, con pastas y páginas de papel algo más duro y grueso que los
siguientes. Son cuentos muy breves,
generalmente troquelados, y lógicamente para leerle al pequeño.
Es precisamente por el hecho de
estar troquelado y ser muy corto, apenas 4 ó 5 páginas, por lo que despierta su
curiosidad, que le llevará a interesarse por la “lectura”. Lectura ésta que en
estos años (De 1 a 3), es oída, ya que se lo leemos. A este respecto os quiero
anticipar que no todos sabemos contar un cuento a esas edades. Yo tengo la
suerte de tener una hija, ya mamá, que es profesora en una Escuela Infantil,
donde el saber contar un cuento es una asignatura que todo el profesorado ha de
tener aprobada y con nota. Por lo que en este menester la considero mi maestra,
y le estoy muy agradecida.
La atención a tan temprana edad
no es fácil de atrapar, y mucho menos sostenerla en un espacio de tiempo, por
muy corto que este sea. Un cuento de las características que os he comentado
está perfectamente estudiado para captar esa atención. Sin embargo, de muy poco
valdría si no es contado cómo debe. De ser así seguro que hemos conseguido un
futuro lector. No es por presumir, pero mi nieto, el mayor, que cuenta ahora
con un añito y medio, desde que tenía menos de un año ya conocía cuál era el
cuento del “Pollo Pepe”, es más cuando le decías si quería que se lo contaras
él te señalaba cuál era y atendía y se divertía con su lectura.