Tengo enormes dudas sobre la
verdadera capacidades de tantos y tantos productos de belleza, con los que los
medios de comunicación nos bombardean diariamente, realizados para mejorar
nuestra piel, incluso llegando a afirmar que su uso nos hará rejuvenecer.
Mi madre apenas tuvo arrugas
hasta que falleció, y no por usar unas cremas especiales, es más ella solo
usaba una llamada “cremagil”, con la que me decía que le habían desaparecido
incluso cicatrices de joven. Sin embargo, creo que su verdadero secreto estaba
en el hecho de que nunca se maquilló. Además siempre mantuvo una alimentación
sana, muy tradicional y nuestra, con la que tampoco la hizo engordar, ya que
ella siempre suprimió la grasa en exceso.
Recuerdo que me decía que a la
piel había que alimentarla, y que la manera mejor era aquella que entraba por
la boca. Según sus palabras, nunca le faltó el aceite de oliva o una pequeña
porción de mantequilla en la tostada del desayuno. El uso de la mantequilla me
comentaba que lo había dicho la mismísima Chanel, afirmando que una nuez de
mantequilla aportaba la grasa que no debe faltar a la cara.
Todo esto que os cuento viene al
caso de las cremas que yo llamo “cremas para la crisis”, y que no son otras que
las que se venden en el Lidl, a las que a botepronto les atribuyo un tipo de
composición muy básica, sin aditivos sofisticados. Por ello, y sin ser una
experta, les doy un voto de confianza.
Besitos